jueves, 11 de septiembre de 2008



Para "La nave", mi última instalación con performance, preparé más de 300 barcos de papel, releí el cuento de Silvina Ocampo "La nave" (y lo grabé dos veces completo), vi el comienzo de "Y la nave va" de Fellini, escuché canciones de Nico, en fin me preparé, de diversos modos y formas, que aunque no todas estuvieron presentes en la acción, sí fueron nutrientes hacia la raíz de la acción.

Hay fotos que fueron tomadas antes de dar inicio a la acción, es decir, no hay un registro directo de la acción, y esta bien que haya sido así, puesto que lo que sucedió allí quedo entre nosotros (mis amigos), el público y el violinista (Diego Lambertucci)


No tengo rechazo al registro pero si este no se produce, tampoco me afecta. Y como dice la canción, hay ciertas miradas que son infotografiables. ¿De qué canción hablo? Por supuesto de "My funny Valentine", cuando dice: "Your looks are laughable/ Unphotographable/ Yet youre my favourite work of art."


-Pero que locura la cantidad de barquitos, que paciencia por Dios! me señalo alguien. En mi casa también veían con ligera preocupación estas manualidades.


Todo lo que se multiplica vertiginosamente, quiza esconda el trabajo de obsesivo de un neurótico, o por el contrario, acaso sea su vía de salida. La nave de los locos, es otra posible lectura del fenómeno.


Después de montar "La Nave" me fuí unos días a las Flores. Hace bien irse de Buenos Aires e irse lejos a descansar, con nuestra otra alma, la persona muy querida, muy amada.


Allí me encontré con Aline, que es una persona muy especial, tiene 9 años, y es tan sensible, que gusta de la lectura, los libros, la música y un poco por eso, y otro poco por ser la hermana del medio (tiene 3 hermanos más) Aline se siente un poco diferente, y hasta a veces sola.


Ella me pidió que le leyera una larga plegaria egipcia, donde el alma, cuenta su encuentro con la muerte. La metáfora del viaje me recordaba mi propio viaje y el elemento que había adopado como vehículo.


El día de la acción (5/09/08) se produjo la muerte (en el día de su cumpleaños) de Eduardo Bergara Leumann, ser angélico por el cual siempre sentí admiración, y fue así que interiormente le dediqué la acción.


Le conté a Aline de la instalación, los 300 barcos y algún detalle demás, y ella me enseñó otra forma de plegar los barcos, forma que los deja aún más sólidos.


Recuerdo que ese día, a último momento, que luego fue un primer momento, decidí utilizar otra habitación para armar la instalación. Siempre había tomado el salón principal de la casa del Sur para montar, pero, a raíz de un incidente mínimo, que se volvió decisivo, tomé conciencia que no había porque dejar de experimentar con los otros espacios de la casa.


Ese espacio nuevo era un cuarto que tenía ganchos en las paredes, perfectos para colgar la red de barcos, el plástico con la mancha azul y el póster de Buster Keaton (que lleve porque quería dar una idea de despedida a un mundo)


Cada performance es distinto, un acontecer tan único como excepcional, y un poco como la vida, es algo que empieza pero no termina.


De ese acto irrepetible quedan huellas, restos, formas, fotos, apuntes, pero sobretodo experiencias en juego. En todo balance posterior, hay un balanceo conceptual, y en el caso de La nave, hubo un delicado equilibrio entre juego, instalación, humorismo, y reflexión sobre la institución arte.


La intención de nuestros propósitos, muchas veces, nos resulta desconocida. Juega la sorpresa un papel importante en la vida. Todo lo improvisado, fija de otra forma el curso de lo preparado de antemano. Yo me abandono, como si fuera guiado. Pero hasta llegar a ese momento, me preparo como para una aventura (cosas que pasan en la nave espaciotemporal tierra, diría alguien)


El invento parte de mi imaginario pero siempre incorpora lo que el otro aporta. Sé que hay un misterio pero no puedo definirlo, exactamente. Sólo el otro puede darme una pista. Me sorprendió que al final de esta acción, varias personas me guiñaran los ojos, dando clara cuenta de su aprobación.


Plasmo un hecho estético, del cual soy hacedor, pero trabajo con hechos (y también con deshechos) y sucesos (cercanos, reales, sociales, rituales, etc) que emite resonancias, reverberaciones, de las cuales se pueden decir muchas cosas, pero lo más importante es decir:


Los barcos fueron realizados con diversos papeles cuya procedencia me es familiar. Se trata de esa clase de papeles que acompañan toda la vida y de los cuales nos es muy difícil (por lo menos a mí) desprenderse.

Pensé: antes que tenerlos apilados o en bolsas, los papeles podrían ser el pretexto para armar una determinada historia en el espacio.


No me interesó elegir los papeles por su propiedad (textura, caligrafía, contenido, dibujos, etc) sino porque el plegado permitía descubrir nuevas posibilidades y sentidos a las palabras o a los dibujos.


Plegar, replegar, desplegar, fueron las operaciones básicas de esos días previos a la acción.


Barquitos por mil y el juego del papel... me dejo escrito otra persona en el fotolog, bajo la foto que muestra una cantidad importante de los mismos. Es cierto, el juego del papel siempre me interesó. El papel, como rol, parte del juego existencial, también.


La acción tuvo tres momentos, en el primero hubo una música incidental, la canción All tomorrow parties de la Velvet Underground. Una especie de sonajero que hice sonar me permitió que la gente penetrase en una suerte de molesto trance.

El audio del pequeño reproductor era deficiente.

La canción saltaba de forma irritante. Desenchufé el aparato y alguién suspiro aliviado. Dije: ¡Quiero un sonido puro! Y Diego ejecuto su violín mientras yo ejecutaba posturas con la máscara negra. La tenía colocada de tal forma que no veía claramente a la gente.

Luego vino una segunda parte en la que empecé a discurrir sobre el tema de la nave, como si salmodiase los motivos que me llevaban a realizar la acción, diciendo hay que zarparse mejor o hablando sobre la ropa que llevaba (una malla azul de baile): "ésta es la malla de gimnasia de mi madre, antes yo entraba en ella, ahora ella entra en mí".

Del relato de Silvina Ocampo, recordé solo el inicio: "Para dormir siempre imaginaba una nave, que terminaba por volverse real. No me costaba mucho"

Acto seguido, tome varios de los barcos al azar y los fui desenvolviendo, según mis propios deseos. No quería atarme a un desarrollo verbal, sino visceral.

Situado detrás de los hilos de la red de barcos, tomé la segunda máscara (hecha de máscaras) y observé al público, preguntándoles]: ¿Quiénes son uds?

Luego o quizá antes, no puedo definir exactamente la secuencia, nadé entre los barcos, haciendo olas con ellos, entusiasmado por poder liberar la energía contenida en el papel.

Pedí, por último, a la gente que tomara los barcos y me enterrara con ellos. El barco más grande me permitió taparme, y fue así que el performance termino, cuando después que Diego ejecutara su última melodía, resucité entre ese mar de barcos de papel.

Llevé un chaleco salvavidas, que en verdad es un gran babero azul de plástico, que lleva escrito: "El hambre es un crímen".