martes, 2 de septiembre de 2008

El destello final


Oh Nico, tus sones no son despiadados pero las luces bailan, componen figuras con sombras, proyectadas desde un centro móvil, mi ojo está cautivo en tu medieval alegoría.
Oh Nico, en la oscura noche del alma, brillas, maestra de seres bizarros, oh tú eres pura.
Oh Nico, el conciliábulo de tus memorias embebidas y desprendidas, tus coturnos tambaleantes cayendo como la luz del atardecer, oh la noche, como un fantasma.
Oh Nico, tu entorno gira, algo habrá que oír esta noche, aunque más no sea la lluvia que golpea, enceguecida, oh furiosa Nico, los cristales heridos, insomnes.
Por esta portezuela se desliza tu fantasma,
oh Nico...

Sueño que vuelo

Ayer después de un intenso soñar, desperté. Había sido un sueño hermoso, el primero que recuerdo, en el cuál volé, por los aires, desafiando mi propio vértigo, y amarrado a un cable. Estabámos en una larga fila de personas que esperaban cada uno su turno para efectuar ese viaje.
Nos remontaban, y rápidamente, por obra y gracia del cable, entrabámos en vuelo, desafiando el abismo.
Creo que solo el amor puede despegarnos así del suelo, del peso agobiante de la tierra, de sus conductos subterráneos y las conductas que éstos traen consigo.
Recuerdo que el recinto del cuál partíamos era circular, una gran depresión, suerte de pozo gigante, que estaba ubicado frente al desfiladero o abismo.
Las paredes estaban recubiertas de un revestimiento vegetal de hiedras verdes, húmedas, transpirantes, casi acuáticas. Yo las miraba, mientras esperaba volar.