martes, 2 de septiembre de 2008

Sueño que vuelo

Ayer después de un intenso soñar, desperté. Había sido un sueño hermoso, el primero que recuerdo, en el cuál volé, por los aires, desafiando mi propio vértigo, y amarrado a un cable. Estabámos en una larga fila de personas que esperaban cada uno su turno para efectuar ese viaje.
Nos remontaban, y rápidamente, por obra y gracia del cable, entrabámos en vuelo, desafiando el abismo.
Creo que solo el amor puede despegarnos así del suelo, del peso agobiante de la tierra, de sus conductos subterráneos y las conductas que éstos traen consigo.
Recuerdo que el recinto del cuál partíamos era circular, una gran depresión, suerte de pozo gigante, que estaba ubicado frente al desfiladero o abismo.
Las paredes estaban recubiertas de un revestimiento vegetal de hiedras verdes, húmedas, transpirantes, casi acuáticas. Yo las miraba, mientras esperaba volar.

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