viernes, 18 de abril de 2008

Desfiladero

Desfiladero de sensaciones,
bordeas el precipicio,
atraído, planeas sobre él,
mareos petrifican el vacío.
Esta hora crucial
escuela de vértigo
camina nuevamente
sendero de contemplación...
Interrumpe la vista el abismo.
¿Es parte de una aventura
la vida en semejante desfiladero?
El dolor es un talismán
en semejantes circunstancias.
El amor refulge
corazón de montaña
madre dispuesta a verter
lágrimas de lava por ti
y melodía sempiterna su cumbre
arrulla y calma en su seno de nieve.
¿Puedes ver correr la sangre?
Golpea con furia los altares improvisados.
La espuma salpica y toca tus ojos.
Un sueño te posee: hechizo que está por acabar...

Fondo de pantalla

La máquina fotografía, él toma notas.
Un andamiaje inconcluso.
Un solitario topo construyendo fragmentos, murallas
(El roer la obra, acaso sea la quintaesencia del gusto)
Solitario roedor de cimientos de biblioteca, escribe.
No está solo: una muchacha trabaja como el topo.
(tiempo no mide la eternidad sino iluminación
serena pero absolutamente desesperada,
contrarreloj con la muerte)
Mágica tela, bloque, pieza dudosa,
genealogía a desentrañar,
aviso, imagen desconocida,
eco o nombre siempre detrás
tú inventario lejano salvo él:
pensamiento savio
de planta y clorofila.

Oh gracias por el humo

Siempre vuelvo al primer amor, la escritura, la verdadera trama de mi vida, y musical, quizá sea mi última danza, y este performance que persiste, en mi imaginario a través de los años.
Efectivamente, desde aquel chico de 15 años que cruzó el alambrado a este joven (de 35 años) subsiste el ser que tiene nombre, Ezequiel y una tradición cierta, ser Romero.
Esta formación imaginaria me ayuda a marchar hacia una especie de reino del espíritu (es decir un espacio propio) que no tiene reliquias ni mercancías, pero que participa de mis propias circunstancias.
¿Cuándo, cómo, dónde, y por qué empezo este anhelo de encontrar una cura en la expresión?
Caído en mi propio fondo, sabihondo, hallé mi yacimiento perdido, la sustancia preciosa, la locura perdida.
Aún busco, pero quizá hoy este un poco más cerca de hallar, en medio del humo titubeante, esa luz de la memoria, más cerca de mí.
Sigo pensando un poco como llegar a expresar mejor lo que siento.
Lo que antes no conocía, porque era joven e inexperto, lo leía o escuchaba en ciertas canciones o films , que eran como grandes intuiciones de lo que sería la vida, pero después, al experimentar, la clara pero oscura advertencia se cumplió sin que yo pudiera cambiar nada.
Así que más que la imposibilidad de una cura, lo que he descubierto es que no hay, definitivamente, una cura fácil, sino una forma diferente de vivir y de ver y de sentir el mundo.
Busco nuevas formas de entender el misterio.
No soy racionalista, no pretendo agotarlo, tan solo vivirlo de diferentes formas.
Me interesa lo que el arte en sus diferentes manifestaciones trae, es decir: la escritura, la plástica, el performance y la música nos conectan con otras percepciones.
Amo cosas y seres especiales, seres únicos, en verdad son contados con los dedos de la mano.

A pesar de la dificultad de entender la trama secreta de las relaciones humanas, no estoy emboscado dentro del silencio, las drogas o la soledad, sino que en verdad, disfruto de la vida y de sus infinitos mensajes.
Por eso no hay placebo ni paliativo porque sería como darle una aspirina para el dolor de cabeza...a un dinosaurio. Y no hablo de mí mismo, sino de lo real que es un gran dinosaurio a punto de extinguirse, seguramente.
No hay cura, pero sí hay necesidad de buscar, más que una medicación, una mediación, entre todos.
Darse a conocer no es fácil. La sequía de expresión es grande. Hay que sentarse a escribir sobre lo que somos, fuimos y queremos ser. ¡A no ser que no querramos ser nada!