viernes, 18 de abril de 2008

Oh gracias por el humo

Siempre vuelvo al primer amor, la escritura, la verdadera trama de mi vida, y musical, quizá sea mi última danza, y este performance que persiste, en mi imaginario a través de los años.
Efectivamente, desde aquel chico de 15 años que cruzó el alambrado a este joven (de 35 años) subsiste el ser que tiene nombre, Ezequiel y una tradición cierta, ser Romero.
Esta formación imaginaria me ayuda a marchar hacia una especie de reino del espíritu (es decir un espacio propio) que no tiene reliquias ni mercancías, pero que participa de mis propias circunstancias.
¿Cuándo, cómo, dónde, y por qué empezo este anhelo de encontrar una cura en la expresión?
Caído en mi propio fondo, sabihondo, hallé mi yacimiento perdido, la sustancia preciosa, la locura perdida.
Aún busco, pero quizá hoy este un poco más cerca de hallar, en medio del humo titubeante, esa luz de la memoria, más cerca de mí.
Sigo pensando un poco como llegar a expresar mejor lo que siento.
Lo que antes no conocía, porque era joven e inexperto, lo leía o escuchaba en ciertas canciones o films , que eran como grandes intuiciones de lo que sería la vida, pero después, al experimentar, la clara pero oscura advertencia se cumplió sin que yo pudiera cambiar nada.
Así que más que la imposibilidad de una cura, lo que he descubierto es que no hay, definitivamente, una cura fácil, sino una forma diferente de vivir y de ver y de sentir el mundo.
Busco nuevas formas de entender el misterio.
No soy racionalista, no pretendo agotarlo, tan solo vivirlo de diferentes formas.
Me interesa lo que el arte en sus diferentes manifestaciones trae, es decir: la escritura, la plástica, el performance y la música nos conectan con otras percepciones.
Amo cosas y seres especiales, seres únicos, en verdad son contados con los dedos de la mano.

A pesar de la dificultad de entender la trama secreta de las relaciones humanas, no estoy emboscado dentro del silencio, las drogas o la soledad, sino que en verdad, disfruto de la vida y de sus infinitos mensajes.
Por eso no hay placebo ni paliativo porque sería como darle una aspirina para el dolor de cabeza...a un dinosaurio. Y no hablo de mí mismo, sino de lo real que es un gran dinosaurio a punto de extinguirse, seguramente.
No hay cura, pero sí hay necesidad de buscar, más que una medicación, una mediación, entre todos.
Darse a conocer no es fácil. La sequía de expresión es grande. Hay que sentarse a escribir sobre lo que somos, fuimos y queremos ser. ¡A no ser que no querramos ser nada!

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